Todos por la paz
La guerra entre seres de la propia especie es un espectáculo deprimente. Hoy, cuando hemos empezado el año 2024, lo hemos hecho entre festejos artificiales porque es más racional estar de completo luto por la ola de desgracias que nos han caído encima y alarmados frente al aciago futuro que se avecina.
Vestirnos de negro puede ser una protesta ante el mundo o una señal, si fuéramos religiosos, para que Dios la viera: No queremos seguir siendo tan insignificantes. Es que desde el fatídico y cabalístico 2020 se pronunció la pequeñez de nosotros, el pueblo del mundo.
Lamentablemente no se trata de esa sensación maravillosa de la humildad. No es que tengamos el alma acurrucada en un rincón tras sentir la inmensidad de lo infinito sino que se trata de una humillación llevada a cabo por gente como nosotros. Es la impotencia que siente el ciudadano ante la inevitable amenaza de muerte.